Patria madre.
“Porque los hijos de la patria la conducen a la grandeza con sus acciones. Porque la patria se procura. Porque la patria se ama.”
A propósito del festejo del Día de las Madres en el presente mes de Mayo, es preciso señalar las semejanzas que existen entre la relación de los individuos (y su respectiva proyección en las sociedades) con sus madres biológicas, dueñas de la mitad de su linaje y de gran parte de su constitución conductual y la relación de los mismos con la patria que les confiere identidad y pertenencia a la unidad política en la que vieron la primera luz: El país. Madres y patrias por igual, dotan a los individuos de un “Molde” a partir del cual se desarrollarán y el cual influirá positiva o negativamente en sus acciones.
En el caso de la familia, la madre suele ser el vínculo primario del individuo en su infancia temprana y a través de este poderoso enlace le irá crónicamente transmitiendo a su hijo tales o cuales conductas, ciertas características personales como la religión, la educación de valores (o el comportamiento asociado a la falta de los mismos), inclinación o aversión hacia elementos determinados del entorno y un largo etcétera, lo cual le confiere a este un conjunto de rasgos que le identifican como miembro de la familia a la que pertenece. Lo anterior sucede en algunos casos con pleno consentimiento de la madre y a veces sucede como un fenómeno de permeabilidad mediante el cual el hijo “absorbe” gestos propios de ella.
Cosa similar ocurre en la relación del individuo con la patria en la que se ve inmerso al momento de nacer. Se nace en un espacio y tiempo determinados que ya denotan ciertas características asociadas a los eventos que allí se vivieron en épocas pasadas y por supuesto, de eventos que se cree que sucederán o no en el futuro. Dicho espacio se encuentra revestido con una amplia historia dictada por ciertos actores que intervinieron y generaron su estado actual. Asimismo, este espacio se encuentra recubierto de costumbres, tradiciones y una gama de conductas que se le atribuyen como propias. Las anteriores características comunes de la región en que el individuo lleva a cabo su desarrollo, inexorablemente le transfieren un conglomerado de cualidades que le inscriben a la sociedad habitante de ese espacio y al igual que en la familia, le ligan al órgano de comunión que en este caso es la patria.
No obstante, a pesar de que lo mencionado anteriormente comprende las actitudes aprendidas de manera casi forzada, lo que termina en todos los casos por dictar los rumbos y diferenciar las corrientes conductuales es la inclusión de la voluntad, la cual se da a raíz del crecimiento. El ejercicio del criterio, si bien este se encuentra inevitablemente infiltrado por las bases sentadas en la infancia, es el que definirá la dirección en que las convicciones se pronunciarán, es decir, si se fortalecerán y robustecerán las bases aprendidas en la familia y se honrarán los principios patrios en favor de la virtud o por el contrario, se ignorarán los cimientos del seno familiar y se pisotearán los símbolos e instituciones nacionales propiciando sesgos de consecuencias increíblemente nocivas para todas las partes.
Dicho esto, me queda únicamente reafirmar la necesidad de recordar a cada instante el valor de considerarnos hijos de la patria, de la misma manera en que nos sabemos hijos de quienes lo somos y procurar honrar ambas figuras maternas con el mismo respeto.
“Con la patria se está con razón o sin razón; como se está con el padre y con la madre”
Antonio Cánovas del Castillo
Jaime Alejandro Ceballos Turcott